domingo, 3 de junio de 2012

you have killed me

Morrisey, cada una de tus canciones me define y expresa mis sentimientos, en un modo diferente al de Robert Smith. Verte tan cerca hace unos meses en un concierto inolvidable me acercó más a tu discografía. Entre todas, escojo esta canción para esta noche fría de otoño.

you have killed me....

lunes, 29 de agosto de 2011

catch

Realmente me encanta The Cure. Considero que su mejor época es la del disco Disintegration, aunque sus épocas anteriores hayan sido más punks a las que siguieron. grup musical inclasificable, me quedo con la banda de los 80: Robert Smith, Simon Gallup, Porl Thompson, Roger O'Donnell, Boris Williams y Lol Tolhurst (aunque para esos tiempos estaba ebrio que sobrio y apenas si componía y ensayaba con la banda).

You remind me of a boy I think I used to know...

domingo, 10 de julio de 2011

una canción para un domingo gris

No soy seguidora de este grupo, siempre les digo a mis amigos que para mí solo existen dos iconos de la musica: Paul McCartney y The Cure. pero como andamos algo grises por estos lares, una canción alegre nos cambiará de color el día:)
este blog es para mi deleite personal, no busco seguidores, ni fama, ni hacerme de un nombre en la blogósfera mundial.

viernes, 22 de abril de 2011

into the groove

Siempre me gustó Madonna. No por su estilo tan peculiar a la hora de vestir, ni por su conducta rebelde, sino por lo simple de sus canciones, su melodia contagiosa, pegajosa. prefiero a la Madonna de los 80 y no tanto a la Madonna actual, que tratando de emular a Cher, está evitando a toda costa la inexorable llegada de la vejez.


como cada tarde, pienso en una canción que me traiga recuerdos felices. esta es una de esas.


Enjoy

domingo, 23 de enero de 2011

CAPÍTULO II: EL CHICO DEL MSN

Mi primer novio virtual fue un chico ausente, eternamente lejos de mí pues vivía en Baires, a miles de kilómetros de este país de curiosidades culinarias y cielo gris, color rata. Martin Hausente casi siempre me coqueteaba por internet, cuando nos mandábamos mails desde inicios del 2000. Nos conocimos en el diario que fue mi segundo hogar durante toda mi adolescencia. Casi ni lo había tomado en cuenta hasta que se fue a vivir a la ciudad de Corrientes y de Gardel, como diría un conocido cantante español. Fue entonces cuando comenzamos a cartearnos electrónicamente, esporádicamente siendo sincera, pero constante en el tiempo. Yo andaba enamorada de mi mejor amigo chileno y necesitaba un hombro en el cual recostarme, aunque este hombro se hallara lejos de mí. Nuestras conversaciones vía Messenger comenzaron a hacerse recurrentes en el mismo año en que Carlomagno entró en mi vida. Me decía cosas como “te extraño mucho” o “quisiera estar contigo” y otras frases que, lógicamente, ya no son de tan amigos. No voy a negar que él también comenzó a gustarme, sobre todo por su flirteo virtual, uno al que no estaba acostumbrada.

- Hola
- Hola (y carita feliz)
- ¿cómo te fue en la universidad?
- Bien, aunque las clases siguen siendo muy aburridas, salvo las de literatura, eso siquiera alegra mis días.
- mmm
- ¿mmm qué?
- yo podría alegrártelas
 - ¿Perdón? No me vengas con tonterías, jajajajaja
-  pero si no estoy diciendo tonterías, hablo en serio (carita sonrojada)
- bueno, hablemos de otra cosa, ¿cómo va todo por allá?
- bien, bien, ya estoy por terminar los cursos y estoy ayudando a un fotógrafo, me da una propina, no es gran cosa, pero sería peor si no me diera nada.
- me alegro, siempre es bueno tener una recompensa
- tú serías mi mejor recompensa…
- ¿en serio? Pero si soy insoportable, para bromas está bien, pero después… no querrías estar cerca de mí…
- no lo creo, me alegraría estar contigo…
- a mí también, de verdad
 Y aquellas conversaciones románticas dieron por resultado un amorío cibernético, de esos que el gran Miguel Ríos había predicho décadas antes. Como escribí en mi cuaderno verde, fue un amor fugaz, pasajero, apasionado. En realidad, debo corregirme, fue pura pasión: escribirnos cosas sinceras, muchas veces indecentes; enviarnos canciones, fotos. Nunca hubo llamadas, sí regalos, todos los libros que quise con dedicatorias incluidas. Sin embargo, aquel apasionamiento duro poco y luego vino, la terrible realidad. Soy incapaz de amar, por lo menos, fui incapaz de amarle a él.
Martín Hausente, con “h”, pues dicha letra es muda como este chico virtual al que nunca besé, al que nunca abracé, al que nunca sentí su aroma, era tan frívolo e irreal como los maniquís de los centros comerciales. Creo que por eso nuestra relación no funcionó o, quizás, estaba destinada a fracasar desde un principio. No soporto conversar con un maniquí que no puede contradecirme, criticarme, lastimarme, vanagloriarme, ensalzarme o amarme. Por eso es que Martín Hausente se convirtió en un personaje de fantasía al que solo podía bromear cuando me encontraba con los ánimos arriba. Pero tratándose de cosas serias e importantes, me quedaba sola. Al encontrarme en ese estado, fue fácil deducir porque me alejé del chico del MSN y le cogí gran cariño a Carlomagno.

-         Te estuve esperando desde las 6… ¿dónde estabas?
-         Estaba ocupada, sorry
-         ¿sorry? No me convences, quedamos a esta hora y tú no sueles fallar
-         Es que conversar contigo todos los días no es lo único que tengo que hacer, a ver si te enteras
-         Ya vas a comenzar con tus quejas, ¡que quejona eres!
-         Y tú eres un odioso, quieres que viva para ti, que todo el tiempo esté en el MSN como si no tuviera que estudiar. Por si te has olvidado estoy en la universidad, no como tú, que tienes tiempo de sobra.
-         ¿qué? Repítelo
-         No voy a repetir nada, fui clara
-         ¿Estás diciendo que soy un vago?
-         No dije eso
-         Pero lo insinuaste
-         ¡Bah, cree lo que quieras!
-         Ok

(…)
Ese fue el inicio de la época de las confrontaciones, directas e indirectas. Mi verdadero yo salió a relucir ante las constantes quejas y sarcasmos de Martín Hausente. En ese tiempo (y sigue siendo así en la actualidad) tenía poca paciencia como para aguantar las niñerías de un tipo obsesivo y egoísta. Fue por eso que me alejé y usé como pretexto para terminar su supuesta infidelidad. Digo supuesta porque sé que él estaba muy enamorado de mí como para engañarme y que ese romance fue más bien una invención suya. Sin embargo, esa fue una oportunidad perfecta para despedirle. Como dice una canción que suena en la radio mientras escribo, ese fin fue como campanas para mi corazón, pues me llenó de felicidad acabar con esa patraña. Sabía en el fondo que lo hacía porque quería luchar por Carlomagno, aunque ese amor fue más un veneno que una bendición

viernes, 21 de enero de 2011

Maestro inolvidable

Allá por inicios de la década del 2000, tuve el honor y el placer de conocer a un magnífico lingüista, educador y sobre todo, persona: Luis Jaime Cisneros Vizquerra, profesor San Marquino y de la PUCP. Junto a una amiga muy querida, nos aventuramos a entrevistarle, en un reto casi imposible para dos chiquillas de apenas 16 años. Sin embargo, lejos de ello, aquella mañana transcurrió tranquila en su departamento de Miraflores y quedamos encantadas por el genio y la sencillez de este gran personaje. Encandiladas por sus historias y por su vida misma, redactamos una de las mejores crónicas que hayamos escrito. Lamentablemente, el artículo nunca fue publicado por el Diario en el que colaboraba por aquella época, por razones que aún trato de comprender. 


Para ti maestro, gracias por abrirnos tu corazón.
http://elcomercio.pe/lima/701783/noticia-adios-maestro-inmortal-luis-jaime-cisneros

sábado, 15 de enero de 2011

CAPÍTULO I: EL MEJOR HOMBRE DE MI VIDA

2003, año del inicio. Mientras Ronaldo, el astro brasileño que brillaría primero en el Barza y luego en el Real Madrid, ganaba su primera Liga, yo conocía al hombre que literalmente me dijo que moriría por mí años después. Claro, aquellas promesas rotas que entristecieron mi corazón, no pudieron ser ni remotamente predecibles, pues su aroma nubló mi juicio y debilitó mi raciocinio. Como dije en un inicio, en el 2003 ingresé a Derecho en la Universidad Decana de América, mi adorada y odiada alma mater. Casi sin querer, debo decirlo, y muy, muy acongojada en mi interior, puesto que no quería ser abogada, decidí hacer de mártir y estudiar durante seis años una carrera que repugnaba. Por eso mi rutina era primordial, me salvaba de la locura y de la depresión, lo cual se notaba en las cosas que escribía por aquella época. Carlomagno, ese era su nombre, también estaba estudiando Derecho un poco obligado por las circunstancias pero con otra perspectiva, una optimista. Primer reflejo. Fue así que coincidimos en la misma aula y luego en las mismas clases. Luego de nuestra primera charla, nos seguimos saludando, contándonos cosas poco serias y bromeando como quien no quiere pasar de la chacota y la burla y el sarcasmo. Pasaron las semanas y meses y fuimos dejando atrás mi timidez y su seriedad y así, sin querer, caímos en la dulce intimidad de la amistad verdadera. Solíamos recorrer la universidad de punta a punta, dando incluso hasta tres vueltas a una ciudad universitaria de varias hectáreas. Aún recuerdo aquellas caminatas con olor a jardines, con sonidos de quenas y guitarras. Ya para agosto nuestra muy cercana amistad era notoria para todos, tanto que muchos de mis amigos decían que andábamos de novios. “claro que no, solo somos amigos”. Quise borrar esos rumores y alternaba días con el resto de gente de la facultad y con él. Trataba de andar en grupos pues ya había notado que Carlomagno solo quería mi amistad. Además, yo estaba empecinada en no enamorarme de nadie, aunque otro amigo me coqueteaba virtualmente y eso me tenía, pues, un poco alocada de hormonas y de sentimientos.

Y alocada anduve esos días para no darme cuenta que mi verdadero interés se hallaba en Carlomagno. Carlomagno y su mundo de fantasía, Carlomagno y su mundo de animé y dibujos sobre malos y buenos, sobre planetas desconocidos con personajes inspirados en sagas épicas. Carlomagno y su sonrisa y sus ojos achinados y sus labios rosados y su piel blanca. Todo eso me confundía, porque me gustaba. Pero decidí embarcarme en una relación con el chico del MSN. Y vaya que debí pensarlo dos veces.